domingo, marzo 22, 2009

LOS FRITZL ENTRE NOSOTROS

Josef Fritzl se ha declarado parcialmente culpable. No creemos que se sienta culpable, ni siquiera de manera parcial. Probablemente su declaración responda a una estrategia legal. Tras someter a su hija a secuestro, esclavitud y tortura durante más de dos décadas, las evidencias penales deben de ser abrumadoras. La declaración de culpabilidad le ha reportado la cadena perpetua. Estamos seguros de que no le preocupa demasiado. Ese tipo tenía la vida montada alrededor del reino de dominación que había construido en los subterráneos de la realidad. Desmontado ese reino, ahora su devenir vital discurrirá en inercia, embotado y extrañado por cómo todo el mundo le reprocha su conducta. Fritzl pensará que nadie le entiende en profundidad y se habrá dejado arrastrar por la estrategia legal de su defensor. Con toda seguridad, debido a su edad no cumplirá más de diez años en prisión. Si llega. Igual acaba sus días en un psiquiátrico, el lugar donde a veces aparcamos a quienes no encajan en nuestras categorías.

Lo más espeluznante de Fritzl es que no se sentirá culpable, sino incomprendido. La declaración de culpabilidad es una mera formalidad. En la realidad paralela y subterránea de Fritzl, su hija era su enamorada a la que protegía de un mundo exterior corrompido, para la que había creado un entorno aislado donde le proporcionaba todo el amor y la seguridad. Nadie habría entendido la naturaleza especial de ese amor y por eso se ocultaba. Ahora que es visible, Fritzl no espera que nadie lo entienda.

En esa recomposición de la realidad para servir a fines de dominación y tortura, Fritzl ni siquiera es original. Los nazis ya aplicaron sistemáticamente estos procedimientos. Los judíos no eran personas y las SS eran un instrumento de limpieza y enaltecimiento de los valores de la verdadera sociedad humana, la Alemania del Reich. ETA aplica el mismo procedimiento de desconexión moral cuando entierra a un secuestrado durante dos años o cuando lo asesina en un descampado.

No hay manera de aplicar la violencia durante un tiempo sin dotarla de significado. En ese conjuntos de significados para la violencia, el agresor se desconecta moralmente de la estructura ética común del colectivo y fabrica su propia moral, basada en la realidad paralela que pretende alcanzar con la violencia. En este tipo de agresores sistemáticos, las víctimas o bien son culpables de algo o bien están siendo liberadas o protegidas de algo. Quienes asesinaron a Miguel Ángel Blanco eran unos Fritzl no incestuosos. La desconexión moral es el procedimiento mediante el cual personas normales pueden construir en su mente una realidad paralela y sobre ella justificar cualquier conducta de humillación sobre otras. Cualquier terrorista es Fritzl, igual que lo es cualquier agresor de mujeres. La diferencia entre unos y otros es de grado.

Respecto de la reconstrucción psicológica de las víctimas, será un proceso complejo que difícilmente acabará algún día. Hemos de tener en cuenta que, sobre todo para los hijos nacidos del incesto, aquel sótano aislado, aquella realidad subterránea de Fritzl, era su hábitat normal. Allí crecieron bajo las reglas construidas e impuestas por su padre y no conocieron otra alternativa. Aquello era su casa. Ahora de repente están expuestos no sólo a otro ecosistema más vivo, interactivo y desorientador para ellos, sino a otra estructura de valoraciones y significados respecto a su situación, e incluso a quienes son como personas. Los más pequeños se recuperarán antes y mejor. Lo más importante es que se integren paulatinamente en una dinámica social. La hija violada de Fritzl siempre tendrá secuelas. Le ayudará, igual que lo ha hecho con otra secuestrada austríaca, Natascha Kampusch, la posibilidad de explicar su historia y sus sentimientos, de canalizarlos en un libro o en un documental. Nos parecerá tétrico, pero será útil.

(publicado en Vocento, 22 marzo 2009)

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