viernes, junio 29, 2007

POLÍTICA ANTI-ETA

Andrés Montero Gómez

La mejor política contra el terrorismo etarra de la democracia se aplicó durante el gobierno Aznar. No es que el entonces presidente del gobierno tuviera más capacidad que otros, o que nos caiga mejor o peor el personaje y creamos que sus políticas son excelsas. Es que objetivamente fue la mejor porque perjudicó a ETA más que ninguna otra. Tampoco fue mérito exclusivo de Aznar, sino que fue la mejor política porque dispuso del marco, absolutamente necesario, de un acuerdo global con la oposición socialista del momento, liderada por Zapatero. Y ese acuerdo no se limitó a un asentimiento pasivo a lo que el gobierno pudiera hacer en política antiterrorista, sino que el apoyo se definió a modo de una acción proactiva desde el socialismo, que propuso un pacto que ahora con la perspectiva está claro que funcionaba frente a ETA, muchísimo mejor que la dañina confrontación partidista.

A mí me da exactamente igual que gobiernen socialistas o populares en lo que respecta a política antiterrorista. Del mismo modo, estoy a favor de la negociación siempre que sea para debilitar a ETA. Lo que demando, en tanto ciudadano y supongo que en sintonía con la mayoría de la población, es que se diseñe y se aplique la mejor estrategia contra ETA de las posibles. En cualquiera de ellas, de las estrategias, lo que parece inadmisible es que el enfrentamiento partidario o las políticas parciales afecten nocivamente a la vida, real, de ciudadanos y ciudadanas en la diana asesina de ETA.

El diálogo o la negociación son opciones estratégicas en la política contra ETA que han intentado todos los presidentes de la democracia, porque es su obligación. Lo hizo González, Aznar detrás de él y ahora Zapatero. La ciudadanía debería tener claro que intentar desactivar a ETA por medio de una negociación es una maniobra en la que todo gobierno se va a involucrar, en versión chirimiri como Aznar o en profundidad como González. La negociación es una estrategia en el marco de una política antiterrorista y esa política siempre ha de hacerse en contra de ETA. La negociación no se articula para otra cosa que no sea desmantelar a ETA. Eso debería saberlo la ciudadanía, tenerlo claro el gobierno, asumirlo los partidos y considerarlo ETA en su justa medida, aunque esto es mucho pedir quizás.

Lo que no ha sabido transmitir Zapatero e hizo mejor Aznar es la diferencia entre opción estratégica y política antiterrorista. Con Aznar, aunque sabíamos de sus operaciones exploratorias con ETA por medio de intermediarios que iban y venían a fin de sentar las bases para una eventual negociación, la ciudadanía tenía casi meridianamente claro que lo quería aquel hombre de bigote era derrotar a la banda terrorista. Obviamente, Aznar tenía mucho a su favor para lograr que en la población germinara la percepción de que, aunque acercara presos y los llamara movimiento de liberación, cabían pocas dudas de que perseguía acabar con ETA. Uno de esos elementos a favor, el más relevante, es que tenía a Zapatero a su lado para secundarle; otro, que el propio Aznar había sido víctima de un atentado; otro, su propia manera hosca, desabrida, de plantear las cosas. Aunque parezcan factores irrelevantes, le ayudaron a transmitir la percepción de que cualquier medida que impulsara desde su gobierno sobre ETA estaba dirigida “contra” ETA. Eso le ha faltado a Zapatero.

Cuando Zapatero ha tratado de explicar en algún caso que su estrategia de negociación con ETA estaba subordinada a una política antiterrorista en “contra” de ETA nadie se lo ha creído. El descrédito proviene, de entrada, en que nunca lo ha explicado así. Ninguno de los asesores de Zapatero ha sabido convencerle para que transmitiera un mensaje que diferenciara entre la política antiterrorista contra ETA y la estrategia antiterrorista para un momento y una coyuntura concretos. De seguido, contando ya con esta raíz deficiente, tampoco le ha ayudado mucho, sino todo lo contrario, que el Partido Popular le haya machacado un día sí y otro también con el dossier antiterrorista, ligándolo además al capítulo del 11-M. Finalmente, le ha perjudicado bastante la vinculación entre la negociación con ETA y la política territorial, que por supuesto ha sido aprovechada y azuzada por el PP pero que también (y no sé hasta qué punto, principalmente) ha sido instrumentada por el sector histórico, menos Zapaterista, del propio partido socialista.

La negociación es una ruta estratégica más en la política de desmantelamiento de ETA. A mi parecer, es adecuada siempre que se propicie por el gobierno con las herramientas más afinadas y que no se pierda de vista el horizonte de la política antiterrorista, de una política en “contra” de ETA. En el momento en que se confunden los objetivos políticos, que en una democracia siempre deberían ser acabar con el terrorismo, con los objetivos estratégicos, que dependen del momento y la coyuntura pero que en todo caso siempre deben estar al servicio de la política antiterrorista, entonces aparecen las disfuncionalidades. La ejecutoria de Aznar contra ETA fue la mejor porque tuvo muy claro, tal vez incluso visceralmente, que a pesar de las medidas de negociación que pudiera implementar, su política era desmantelar a ETA. También, porque al margen de la estrategia elegida, su política contra ETA fue integral. Zapatero también quiere acabar con ETA, no me cabe duda, pero tampoco me cabe la duda de que buena parte de la población no lo ha entendido así, porque él no ha sabido explicarlo por encima del ruido de fondo.

En el quinquenio previo al 2004 se articuló una política anti-ETA que desplegaba medidas casi en todos los frentes. Quien continúe pensando que ETA únicamente son los comandos asesinos es que o vive en otro mundo o no se ha enterado de nada. La política más eficaz contra el terrorismo de ETA en España es aquélla que combina la acción policial y de inteligencia con una decisiva respuesta de aprovisionamiento legislativo que sea promovida por fiscales y de aplicación por jueces, tanto penal como administrativamente; que concierta una frontal determinación contra siglas políticas al servicio del terrorismo, con la misma capacidad incisiva para desarticular el virus empresarial, de comunicaciones y social que el terrorismo etarra ha infiltrado para contaminar durante décadas el tejido de la sociedad vasca; que, en definitiva, logra integrar todas las actuaciones del Estado en una respuesta integral y coordinada. Ésa es la mejor política. La colaboración de Francia en el exterior y la unidad política en el interior son las otras dos columnas de la política antiterrorista contra ETA. En la medida en que todos esos factores de manifiesten juntos y armonizados, podrá administrarse una estrategia de negociación, en contra de ETA, si las circunstancias son favorables. En la medida en que se actúe contra los comandos, pero no contra las empresas pantalla de financiación terrorista; en la medida que se ilegalicen unas siglas pero se mantengan otras; en la medida que un partido político vaya por un lado y otro por otro… haremos daño a ETA pero será como herir a un jabalí y asegurar su supervivencia.

Zapatero no se ha equivocado en su política antiterrorista, pero la ha confundido con la estrategia coyuntural y, además, ha estado sometido a un contexto totalmente desfavorable para la aplicación de esa estrategia. Aún así, ha arriesgado y le ha salido mal. Todavía puede reconducir estratégicamente y perfilar mejor una política en contra ETA. A veces todavía hay analistas que se sorprenden, no sé si interesadamente, de que en la política del Estado contra una amenaza terrorista parezca que haya concertación entre policías, fiscales, jueces, unidad de inteligencia financiera, gobierno y parlamento… pero, ¿acaso no son todos aparatos de un mismo Estado en contra de una amenaza a nuestra convivencia, a nuestro bienestar y a nuestras vidas?; ¿no deben hacer todos los aparatos y poderes del Estado, por mucho que conserven su independencia, todo lo posible por concertarse y converger en contra de ETA?; ¿porqué el Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista está en el Ministerio del Interior y en él sólo hay policías y agentes de inteligencia, y no fiscales, jueces, ertzainas, inspectores de finanzas y abogados del Estado dependiendo, en el plano funcional, de presidencia del gobierno?.
(publicado en El Correo, 19 junio 2007)

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EL VOTO ABERTZALE

Andrés Montero Gómez
Lo más descorazonador del último comunicado de ETA es el retorno a sus actividades asesinas, pero no es lo más significativo de su mensaje. De acuerdo, es significativo porque la vida humana es, o debería ser, nuestra primera prioridad, pero es que el texto etarra no se centra específicamente en el regreso a los atentados. De hecho, ETA ya había interrumpido su cese de asesinatos atentando en la T4 de Madrid. No es una sorpresa que la banda terrorista anuncie la ruptura de su inactividad asesina porque esa ruptura ya se había producido.

Hay algo en el comunicado de ETA nos da una idea de lo preocupados que deberíamos estar y lo que, a veces, podemos equivocarnos en nuestros juicios y decisiones. Ese “algo” es el respaldo social abertzale. ETA ha entendido que el apoyo sostenido de una parte de la población a siglas o nulidades abertzales está relacionado directamente con el amparo de la violencia, y puede que sea al contrario. Puede que lo que el mensaje que la base abertzale de votantes haya estado intentando transmitir a ETA sea, precisamente, que apoyan el fin de la violencia. De hecho, la base de votantes ha depositado su papeleta en un momento en que ETA se encontraba inactiva en asesinatos y, además, hacia unas siglas, ANV, que explícitamente ha renunciado a la violencia. ETA ha interpretado el voto al revés y, lo peor, es que buena parte del electorado abertzale tiene que estarse tirando ahora de los pelos porque ETA no le ha entendido. La desesperación del votante abertzale es un buen escarmiento, porque muy simple se tiene que ser para no saber que ETA siempre interpreta la realidad a través de su modelo terrorista, en función de sus intereses totalitarios.

La interpretación por parte de ETA del voto abertzale encierra otra enseñanza, esta vez en política antiterrorista. Cuando hay que decidir una estrategia frente al terrorismo, la ambigüedad es siempre un factor de vulnerabilidad. Dicho concretamente, o se legaliza o se ilegaliza, pero ilegalizar legalizando siempre deja un resquicio para el aprovechamiento torticero, como así ha sido. El Tribunal Supremo, con algo de apoyo del Fiscal General, abortó varias listas de ANV pero dejando las suficientes como para que hasta el más despistado pudiera hacer un recuento aproximado de la base electoral abertzale. Encima, para colmo de males, ANV tiene representación incluso en Navarra, el grial obsesivo de la territorialidad etarra. Lo perjudicial de dejar resquicios abiertos a alguien convencido de que tiene que imponerse a los demás asesinando es que aprovechará el resquicio, no a favor del asesinado sino del argumento del asesino. El proceso de impugnación de listas abertzales ha sido tan nefasto, por incompleto, grueso e ineficaz, que la percepción que ha dejado es que media Euskadi ha votado abertzale. Así, supongo que aprenderemos para la próxima vez.

El siguiente elemento central del comunicado de ETA continúa sin ser la suspensión de la desactivación de asesinatos, sino sus palabras al PNV. La política de Imaz, que es una de las más acertadas del PNV a lo largo del tiempo pero que llega totalmente descompasada (hubiera sido más efectiva en la política antiterrorista de Aznar), ha sentado muy mal en ETA. Tan mal ha sentado porque el PNV ha leído correctamente el sentimiento de buena parte del electorado abertzale que desea el independentismo sin violencia. Y el PNV se lo ha dicho a ETA y los terroristas creen que los jeltzales son unos traidores por eso. Porque lo que no ha comprendido ETA todavía es que puede perseguirse el soberanismo por medios exclusivamente políticos, que incluso en Nafarroa hay una base emergente de electores que buscan la independencia. Es una fuerza de compensación a la globalización y cada vez se extenderá más. ETA no lo entiende porque no le conviene entenderlo, porque es una organización profesional que se dedica a la extorsión y al asesinato y se alimenta por tanto de un conflicto que ella misma genera.

Ahora lo que queda son los intereses del Estado por encima de los partidos, una idea demasiado bonita como para ser cierta. Al PNV le toca protegerse, por si acaso. Al PSOE, perder las elecciones generales construyendo un nuevo pacto antiterrorista con el PP de Rajoy, si fuera posible incluyendo al PNV de Imaz. Demasiado sensato como para que nuestros políticos lo suscriban.

(publicado en El Correo, 6 junio 2007)

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ZP EN LA NAVARRA DE LAS MARAVILLAS

Andrés Montero Gómez
A Zapatero le ha salido malamente la jugada en Madrid. Estaba claro. El presidente del gobierno es un outsider en su propio partido. Llegó a la secretaría general del PSOE por una serie de divergencias del destino, que ni él mismo esperaba, y eso acaba pagándose de una manera u otra en sistemas tan oligárquicos y endogámicos como el aparatik político español. Un ejemplo de ello es Simancas. Lo han presentado una y otra vez a la presidencia de la Comunidad de Madrid no porque tenga ninguna posibilidad electoral como candidato, sino porque es uno de los dos hombres fuertes del partido en Madrid. El partido pesa, en la mayoría de las ocasiones. En otras, muy excepcionales, el aparato del partido puede hacer la vista gorda, mirar para otro lado, si el candidato tiene un tremendo, pero tremendo, tirón electoral. Tal es el caso de Gallardón, en la otra gran endogamia que es el Partido Popular. Pues Miguel Sebastián no estaba ni en un supuesto, ni en el otro. Ni tenía apoyo del aparato de un partido tan complicado como el Socialista en Madrid, ni poseía ese charme que algunos candidatos tienen y que les franquea el paso por encima de oligarquías.

Hay una tercera vía para hacerse con la dirección de un grupo oligárquico sin que hayas sido promovido por la dinámica endogámica, y es la crisis sobrevenida cuando existen varias facciones enfrentadas que no se ponen de acuerdo. Tal fue el caso de Zapatero, que se encumbró a la presidencia del PSOE vía gran crisis de liderazgo con guerristas y renovadores quemando candidatos en comicios primarios sin horizonte. La posición de un líder así nominado es, como se puede suponer, tan inestable como libre si le da por hacer de su capa un sayo. Eso es lo que está haciendo Zapatero, a ver si le sale bien. Porque hacer de tu capa un sayo cuando sabes que tu posición es el resultado de los frágiles compromisos a los que llegan dos facciones que ceden el poder provisional a una tercera vía, a un tercer candidato, puede ser la estrategia más inteligente si tu capacidad de innovación obtiene resultados y está a la altura de tu retórica. Zapatero ha elegido desde los inicios esa estrategia, la más arriesgada. Y, de momento, no le están saliendo las cosas muy bien, aunque en estos procesos hay que esperar siempre a que el toro muestre todo su ser, hasta el rabo.

Después del chapapote con Sebastián en Madrid, Navarra puede convertirse en otra de esas audacias de Zapatero. De momento, ya está apuntando que el UPN no le cae bien porque le han insultado. La traducción de ese sentimiento expresado por Zapatero es que, tal vez, es probable que pacte con Na-Bai. También que el PP le cae mal, aunque esto ya lo sabíamos.

Navarra ahora mismo es un laboratorio del estilo Zapatero. En tanto aparatik, los Socialistas no lo tienen nada, pero nada sencillo. Cualquier alternativa es mala. Si pactan con UPN, los sectores más anti-Populares del socialismo se le echarán encima pero siendo esto malo, no es lo peor. Lo peor es que, en términos de ese manejo de la percepción que tratan siempre de dominar los partidos políticos (sin mucho éxito, hay que decir), pactar con UPN significa fortalecer a Rajoy. Y lo peor para Zapatero, ahora mismo, es fortalece a Rajoy. Así que, será difícil el acuerdo por ahí.

Otra opción en la Comunidad Foral de Navarra, que sería la que menos perjudicaría a los Socialistas en términos estratégicos, es dejar que UPN gobierne con toda la minoría que tiene, abstenerse en la sesión de investidura y, cuando pasen las generales, promover una moción de censura y convocar elecciones anticipadas. No está mal y tiene pocos costos. Sin embargo, si Zapatero tiene tendencias a algo es a ser él mismo, genio y figura, en estas ocasiones donde estratégicamente conviene hacer algo pero donde suele apostar, en cambio, por su propia estrategia de liderazgo, que es la del solitario no aceptado que busca epatar y demostrar que realmente es el elegido, alguien que es capaz de imprimir otro estilo a los acontecimientos y de hacerlo con mayor éxito que el resto. Si Zapatero elige la vía Zapatero, pactará con Na-Bai en minoría, proponiendo un candidato (¿nacionalista?) a presidente de la Comunidad Foral.

En el pensamiento profundo de Zapatero, que debe de revelar únicamente a sus más allegados, está desactivar a ETA. Estoy seguro de que cree que es algo así como la misión histórica de la época que le ha tocado vivir. Si no, cómo es posible que sea el presidente, si no es para algo grande…. se dirá. El caso es que Navarra siempre ha sido la golosina abertzale, aquello que les toca la fibra sensible. La previsión, de nuevo tan arriesgada como inocente, es que un bipartito PSN-NABAI con abstencionismo nasal de ANV, puede imprimir otros aires u otros vientos a Navarra, y que los chicos de la gasolina lo entiendan como una señal de la nueva época posibilista hacia el soberanismo, o casi, en el norte de las Españas. El escenario es tan inverosímil, que parece hecho a medida para Zapatero.

(publicado en El Correo, 2 junio 2007)

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