miércoles, abril 15, 2009

LA OTAN DE LA ECONOMÍA

Tan política como militar. Así ha afirmado Zapatero que se pretende sea la OTAN del siglo XXI, la era de la geopolítica multipolar global. Si es política tendrá que ser económica y si es económica tendrá que ser energética. La política global es geoestrategia de la energía y, como estamos comprobando trágicamente en nuestras cuentas, economía financiera. De manera que la OTAN, que hasta el final de la Guerra Fría era una organización esencialmente defensiva y ha ido evolucionando, a la par que los marcos estratégicos de sus principales socios, hacia la seguridad entendida de manera más integral, ahora será tan política como militar. De fructificar ese re-enfoque estratégico será el hito más importante de la seguridad mundial en las próximas décadas.
Al tiempo que la OTAN cumplía 60 años de existencia buscando una nueva identidad, el desenterrado G-20 sentaba las bases del orden financiero global. Hasta la crisis económica que comienza en 2008, las finanzas se habían globalizado supervisadas por un sistema inter-nacional, es decir, fundamentalmente nacional y mal intercomunicado. Las operaciones financieras llevaban mucho tiempo siendo globales pero los sistemas de supervisión pertenecen y son gestionados bien por los Estados, bien por organismos privados de dudosa independencia como las agencias de rating o calificación. En definitiva, una globalización desde lo internacional, que no una globalización desde lo global. Cuando ha estallado la inter-burbuja (financiera, inmobiliaria) que se hinchaba globalmente en el descontrol internacional, no existía ni un solo organismo internacional que fuera capaz de abordar globalmente el problema. Ha habido que repescar uno apresuradamente, el G-20, para tomar decisiones. Nadie ha pensado seriamente en recurrir a la ONU o a su Consejo de Seguridad, demasiado burocratizados, politizados y lentos. El FMI o el Banco Mundial son instituciones de crédito. La OTAN, de momento, es una estructura militar. El G-8 era demasiado elitista, países ricos originarios de la crisis por sus prácticas hiperespeculativas imponiendo normas a todo el planeta. No quedaba bien. De manera que se alumbró el G-20, o más bien se le reanimó o se le refundó para un cometido en donde nadie habría pensado colocarle desde su creación en 1999. El G-20, un grupo informal con diez años de historia sin hasta ahora peso alguno, donde ricos y emergentes, hasta pobres, están representados alrededor de la idea de una economía financiera global ha resultado ser el único foro disponible para reorientar la seguridad económica del planeta.
La cumbre de Londres del G-20 ha sido más fructífera de lo que el pesimismo de la crisis dejaba traslucir desde la anterior cumbre de Washington, aquélla que reinventó al propio G-20. Las dos aproximaciones aparentemente enfrentadas que se iban a dar cita en ella, los países (EE UU y Reino Unido) que querían más ayudas públicas a las entidades financieras y los países (Alemania y Francia) que pretendían más regulación y menos ayudas, coincidieron finalmente en una postura de compromiso. Habría paquetes de ayuda, a los bancos pero también a países en dificultades sobre todo en América Latina, y además habría regulación, regulación global donde antes no existían más que supervisiones locales. El G-20 de Londres crea un supervisor financiero global, el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB son sus siglas en inglés), donde se sentarán los países del G-20 más España y la Comisión Europea. El FSB está llamado a ser el consejo de seguridad de la economía global. Olvídense de la ONU.
Si el FSB supervisará nuestra seguridad económica global, la OTAN pretende constituirse en el supervisor de la seguridad global. No se trata de introducir conexiones donde no existen, pero que la OTAN pretenda ser más política que militar en este momento de incertidumbre no deja de ser significativo. Tras el 11-S la Alianza Atlántica ya asumió el concepto de 'operaciones fuera de área' para simbolizar que intervendría más allá de su zona fundacional de operaciones (la Atlántica) sobre amenazas que afectaran a sus miembros, ya fueran esas amenazas directas o ya fueran preventivas las respuestas a ofrecer. El concepto de operaciones fuera de área se complementa con la apertura asociativa a hipotéticos nuevos miembros fuera del eje transatlántico tradicional, como Japón o Australia, Colombia o India. De Israel lleva diciéndose años que debería estar en la OTAN, pero esa pieza es dificilísima de encajar, pues el artículo 5 del Tratado Atlántico exige a los aliados lanzarse en defensa de cualquier miembro atacado o amenazado. El nuevo concepto estratégico atlántico se hace descansar sobre la nueva amenaza estratégica global, el terrorismo. El axioma es que si todos estamos afectados, todos debemos defendernos aliados. El terrorismo es tan significativo para reorientar la organización que incluso se piensa seriamente en incorporar a los ministros de Interior a la estructura integrada de la Alianza.
La concepción global e integrada a la que parece encaminarse la OTAN, aunque no se analiza demasiado sobre ella en público más que apuntando a cuestiones superficiales, hace de la Alianza un poderoso club global independiente sin más supervisión que el acuerdo de sus miembros. El Consejo de Seguridad de la ONU es probable que quede como teatro de resolución de disputas o de construcción de acuerdos con China y Rusia sobre sus áreas de influencia o sobre amenazas comunes, aunque ni siquiera será necesario. La OTAN podría llegar a convergencias bilaterales con China o coincidir con ella en escenarios operacionales de amenaza concreta, como actualmente ocurre con la piratería marítima en África, aunque en otros aspectos tenga que defenderse de ella, como en todo lo relacionado con la ciberguerra (se dice que China es uno de los puntos de origen más activos de ciberataques). Así que, podría decirse, de las cumbres económica de Londres y de seguridad en Estrasburgo-Kehl la más debilitada ha sido la ONU.
¿Y qué papel le queda a España en todo esto? A partir de la silla que nos prestó Francia en la reunión del G-20 en Washington hemos salido en la foto del Consejo de Estabilidad Financiera y tendremos pues voz en la seguridad económica global del futuro. Un regalo impagable a los franceses. En lo que respecta a la OTAN, nuestra experiencia en gestión antiterrorista es muy relevante para la organización, pero nuestra calidad de aliado, tras las espantadas en Irak y Kosovo, está en entredicho. La oferta de Zapatero y Erdogan de vincular la Alianza de Civilización a la Alianza Atlántica no ha podido venir en mejor momento estratégico. La OTAN quiere profundizar en su perfil político-diplomático para resolver conflictos y la nueva estrategia para Afganistán pasa de hacer centro en la población para bombardearla a hacer centro en la población para reconstruirla. De manera que las dos alianzas, la Atlántica y la de Civilizaciones, podrían adoptar un alineamiento sinérgico. Los próximos dos años, más o menos, nos dirán si la oferta de Zapatero-Erdogan era retórica, si los aliados unos y otros alcanzan a asimilar su potencial político o si la OTAN es capaz de equilibrar la seguridad de las bombas con la seguridad económica y de reconstrucción.
(publicado en El Correo, 14 abril 2009)

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