sábado, febrero 28, 2009

CONCIERTO POLÍTICO VASCO

La última escenificación de hermandad jeltzale nos demuestra cuán complicado es considerar al PNV como si fuera un cuerpo con dos almas. Con periodicidad variable se nos transmiten tráilers en donde se ve el alma soberanista tratando de imponerse a la pactista, o la también llamada posibilista o autonomista a la denominada independentista. En ocasiones es la soberanista la que se hace más visible y se materializa, mientras en otras es la propicia a los pactos con el gobierno de Madrid la que simboliza al timonel que recobra la firmeza de la singladura en la tormenta política de Euskadi. De cuando en cuando el alma bipolar del PNV entra en crisis de identidad y tiene que hacer catarsis. Con Garaikoetxea la catarsis fue por automutilación y la reciente con Imaz, por purga con hemorragia cauterizada. Ahora, en la escena de esta pieza perpetua de teatro político jeltzale reaparecen los adultos posibilistas conteniendo a ese adolescente autodeterminista al que, aunque no creen equivocado, sí consideran poco hábil en el ritmo, en los tiempos.

Es complejo discernir si son dos almas en un solo cuerpo o dos cuerpos en una sola alma. La impresión que me queda es siempre la segunda. Por lo general albergo mis dudas de que el PNV sea un cuerpo poseído por dos almas disjuntas. Cierto es que tiene algo de bipolar en su comportamiento, pero nada ni siquiera cercano a un trastorno múltiple de la personalidad. El alma jeltzale es una, y tiene muy claro el color con el que están dibujados sus deseos: el color de la independencia, de la autodeterminación de España. Es decir, todos están de acuerdo en el 'qué' pero discrepan en el 'cómo' y en el 'cuándo', o al menos eso es lo que tratan que sea interpretado por el público a partir de su representación teatral. La convivencia en el PNV de aquello que desde fuera nos parecen dos sensibilidades es un mecanismo funcional que no responde a una división de identidades, ni siquiera de modos divergentes de pensamiento estratégico, sino a una dinámica interna para mantener siempre al partido en tensión, en movimiento.

El PNV ha interiorizado lo que en el sistema institucional de Estados Unidos de América sería el 'checks and balances', es decir, una especie de reparto de poderes y de papeles de manera que la propia tensión entre las partes genere impulso de avance. Todos están en el mismo barco jeltzale, pero las dos sensibilidades están continuamente poniéndose límites o desbordándolos, según el caso, para que el resultado sea siempre dar un paso más hacia la independencia. Imaz es tan soberanista como Egibar, o Ibarretxe como Urkullu. La distinción entre independentistas y autonomistas en el PNV es equivalente a la que tienen los dos bandos de un mismo equipo de fútbol durante los entrenamientos: uno se pone un peto verde y otro rojo, pero encima del mismo color de camiseta. A veces en el PNV toca que los soberanistas defiendan y los autonomistas ataquen, y en ocasiones es al contrario. En ese partido a disputar en 2008, soberanistas atacan y pactistas defienden, para un posterior contraataque de los últimos que se alce con la victoria de todos, con la victoria del PNV, un gol más hacia el soberanismo.

Si el PNV hubiera obtenido otro resultado en las pasadas legislativas al Congreso o, por mejor decir, si los socialistas de Euskadi no estuvieran cuestionando el monopolio nacionalista de las urnas, probablemente Ibarretxe tendría otras cartas que jugar. Sin embargo, parte del electorado está escorándose hacia la alternativa que les ofrece una política antiterrorista basada en el desmantelamiento de ETA al tiempo que no les niega un horizonte constitucional de cuotas quasi-federalistas de autogobierno. Algo más de cien mil nacionalistas o supuestos nacionalistas votaron socialismo en la última convocatoria entendiendo que materializarían con mayor probabilidad su mandato genético independentista si obligaban al PNV a pactar con el PSE que si dejaban manos libres al plan Ibarretxe.

Eso si suponemos racionalidad al electorado, porque bien podríamos suponerle miedo, miedo a un desbordamiento institucional que tapone el autodeterminismo otros cincuenta años. De manera que toca integrar todos esos elementos, sin que el PNV renuncie a sus principios soberanistas, moderando la estrategia para recuperar electores en las autonómicas, acercándose al PSE y por tanto transmitiendo la sensación de cooperación antiterrorista pero, sobre todo, intentando obtener una muesca más en el recorrido soberanista inherente a lo jeltzale. Esta aproximación al PSE tiene que ser cuidadosa y no debe prolongarse más de seis meses, porque después llegará la hora de distanciarse y diferenciarse para las autonómicas.

Ibarretxe quiere hablar a toda costa con Zapatero, verle incluso en domingo. La estrategia ahora es negociar un nuevo estatuto, aunque en este partido el PNV juega con el tiempo en contra. Los errores de bulto del lehendakari ante la prometida consulta al pueblo vasco no permiten mucho margen de maniobra. Con todo, sería mucho peor para el PNV que Ibarretxe convocara un referéndum en junio y lo ganara, que tener que renunciar a la consulta popular. Una victoria eventual en esa consulta imposible pondría al lehendakari ante dos realidades: una, que no puede traducir un casi psicodélico resultado soberanista en nada tangible, porque Zapatero les diría que es ilegal; y dos, que ETA no va a dejar de asesinar porque se consulte al pueblo vasco sobre la autodeterminación. Incluso y por razones obvias, en un resultado favorable al soberanismo pero no traducible legalmente a un marco distinto del autonomismo, el referéndum de Ibarretxe reforzaría en ETA la percepción delirante de que tiene que continuar con el terrorismo. O sea, que con un referéndum oficiado en junio todo para el PNV son pérdidas, antes de celebrarse ya lo están siendo y después de convocarse sin duda lo serían.

El PNV está mal de tiempo si el amago de Ibarretxe de adelantar elecciones autonómicas es algo más que un farol. Si dentro del encaje de bolillos urdido con Urkullu aprovecha el inevitable plante de Zapatero ante el referéndum de junio para llamar a las urnas autonómicas en octubre, no hay manera de presentar una oferta electoral ilusionante a la ciudadanía que superara al nuevo estatuto que abanderaría el PSE. En cambio, si las autonómicas buscan su calendario natural hasta abril de 2009, igual el PNV tiene recorrido suficiente para negociar al menos los rudimentos de un nuevo concierto que trascienda lo económico, el concierto político vasco, un traje a medida para Euskadi.

El concierto político vasco tiene un planteamiento muy sencillo. A semejanza del concierto económico, se trataría de hacer palanca en la disposición adicional primera de la Constitución (reconocimiento de derechos históricos) para transferir a la comunidad autónoma todas las competencias políticas, dejando para el Gobierno central nada más que Defensa, Asuntos Exteriores y Aduanas. De este modo, Euskadi tendría el dinero que ya recauda con su régimen foral y competencias decisorias en todo lo que no fueran dimensiones supra-vascongadas. Desde luego, suena igual que el plan Ibarretxe pero con mucha más ingeniería política. Puede ser la apuesta amable de Urkullu, prescinde del confederalismo del plan Ibarretxe, es disfrazable de constitucional y acapara, de facto, las competencias soberanistas del programa del lehendakari. En estadística se dice que si se torturan los datos lo suficiente te acaban diciendo lo que quieras que te digan. Pues en la política vasca el dicho puede ser que si acabas retorciendo la disposición adicional primera de la Constitución lo suficiente puede acabar haciendo independiente a Euskadi. 

(publicado en El Correo, 14 mayo 2008)

jueves, febrero 19, 2009

DEMOKRAZIA

La anulación de las listas de Askatuna y D3M supone un hito histórico para la democracia en Euskadi. Continua sin haber un ejercicio pleno de la libertad por la extorsión y la violencia de ETA, es cierto. La democracia, no obstante, ha salido de su adolescencia en las Vascongadas. Por primera vez desde el fin de la dictadura, el parásito del totalitarismo etarra estará fuera del legislativo vasco. En algún momento será expulsado también de los ejecutivos locales. Entonces la joven democracia vasca, que las próximas elecciones autonómicas quedará inaugurada en Euskadi, habrá entrado en esa etapa en la que tiene que construir su identidad, construirla al margen de ETA. Demokrazia joven intentando ser adulta… si se lo permitimos.

Todavía no estamos en ese punto. Ha costado abandonar la adolescencia. Y el costo ha sido elevadísimo. Demasiados muertos asesinados. Era imposible pensar en una democracia que entrara en su etapa de juventud adulta con ETA en las instituciones del Estado de Derecho. Hasta la próxima convocatoria electoral de marzo ha venido siendo así. La democracia en Euskadi estaba infantilizada. Cada votación, cada pronunciamiento de la ciudadanía, estaban manchados de ETA. Aún lo están en un número intolerable de ayuntamientos. Es como si en el parlamento israelí votara Goebbels.

Richard Williamson es un obispo católico de origen británico. Hasta hace muy poco no era obispo. Desde 1988 concretamente. Entonces, bajo el papado de Juan Pablo II, fue excomulgado y apartado de su sacramento por haber sido uno de los obispos ordenados por Marcel Lefebvre en el marco de la que se conoce como Sociedad de San Pío X (SSPX), visceralmente contraria al Vaticano II. Lefebvre comenzó a ordenar obispos por sí mismo para la SSPX sin el permiso del Papa. Estoy convencido de que el francés Lefebvre pretendía acercarse a emular la hazaña del monarca más absoluto de Inglaterra, Enrique VIII, con el anglicanismo. En realidad lo que hizo Enrique VII fue, ni más ni menos, que fundar la Iglesia de Inglaterra y autonombrarse representante de Dios en esa porción insular del planeta tierra. A Lefebvre no le acompañó la época para semejantes hazañas, entre otras cosas porque tampoco era monarca de una isla.

Ratzinger era inquisidor mayor con Juan Pablo II y ahora, como Papa, acaba de rehabilitar a Williamson. Nada más recuperar el orden sacerdotal y ya como obispo, el lefebvriano Williamson ha declarado a una cadena de televisión sueca que el holocausto, tal como lo conocemos, nunca existió. El obispo que opina que la iglesia que salió del Concilio Vaticano II es demasiado moderna y hasta herética, también considera que el cómputo de judíos exterminados por los nazis es, en realidad, de un cinco por ciento sobre los 6 millones contabilizados por la Historia. De esos trecientos mil judíos aniquilados ninguno lo fue, en palabras del obispo rehabilitado Williamson, a través de cámaras de gas en campos de concentración. Durante la entrevista, el seguidor lefebvriano advierte a los periodistas suecos que si manifestara sus opiniones en Alemania sería inmediatamente arrestado y juzgado.

Negar el Holocausto en Alemania es ilegal y delictivo. En Euskadi, negar el terrorismo de ETA es incluso rentable políticamente. Igual nos parece que Alemania es predemocrática. El Tribunal Constitucional español sentenció en su momento que negar el exterminio judío no era delito, aunque sí lo era expresar ideas que apoyaran o justificaran el racismo, el genocidio o la violencia. Hilamos fino. Precisamente por lo fino que hilamos, hemos podido mantener a un grupo terrorista en uno de nuestros parlamentos durante varias décadas, haciendo enana a nuestra democracia. Ahora hemos decidido crecer. A ver cuánto nos dura.

(publicado en El Correo, 18febrero2009)

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